miércoles, 9 de abril de 2014

El tórrido verano en que los Rolling Stones hicieron "Exile On Main Street"

En el verano de 1971 en la localidad francesa de Villefranche Sur-Mer, en plena Costa Azul, un grupo de jóvenes melenudos y descamisados entran y salen a cualquier hora del día y de la noche de la impresionante mansión de estilo victoriana Villa Nellcote, la cual se rumoreaba que fue utilizada como centro de operaciones por los nazis durante la segunda guerra mundial. Los habitantes del lugar desconocen de quienes se trata, desconocen que esos desarrapados millonarios son los Rolling Stones y están grabando uno de los discos que más ríos de tinta hará correr en toda la historia del rock & roll: “Exile On Main Street”.
Antes de empezar a hablar del doble álbum con pelos y señales situémonos. Los Stones estaban en su esplendor artístico, en los tres años anteriores habían publicado, por este orden, “Beggars Banquet” “Let It Bleed” y “Sticky Fingers” y se disponían para culminar esta magnífica secuencia con “Exile On Main Street”, el que para muchos es su obra maestra, sea como fuere lo cierto es que con este disco cierran esta maravillosa tetralogía que puede ser considerado el periodo 1968-1972, la mejor etapa en su carrera pero también la de mayor desenfreno y caos.
A pesar de su arrollador éxito y sus espectaculares ventas, una pésima gestión de su manager Allen Klein les había conducido a la bancarrota, cada uno de los componentes de la banda debían mucho dinero al fisco británico y con el contrato que tenían les iba a ser imposible devolverlo, por muchos millones de discos más que vendieran, ¿solución?, el exilio. Cogieron las maletas y decidieron cambiar de residencia, dejar las islas por Francia. Mick Jagger se instaló en Paris con su nueva novia, Bianca Pérez, una bella joven hija de un rico importador nicaragüense, muy alejada de su anterior novia, la peligrosa y atractiva Marianne Faithfull. Jagger iba entrando poco a poco en el mundo de la alta burguesía y el lujo que tanto le gustaba. Por su parte Keith Richards alquiló la ya citada mansión en Villefranche Sur-Mer, una espectacular casa con 16 habitaciones y escaleras que llevaban directamente al mar Mediterráneo, donde se instaló con la salvaje Anita Pallenberg y el hijo de ambos, Marlon. No se puede decir que fueran una familia al uso, eran millonarios y estaban muy enganchados a la heroína por lo que su día a día era un auténtico desgobierno, sin horario ni rutina alguna.
Les tocaba trabajar en su nuevo disco pero estaban fuera de su hábitat natural, fuera de sus lugares comunes y de su estudio de grabación, y Niza o Cannes no eran Londres por lo que tuvieron que improvisar un estudio de grabación a falta de algo mejor. Así pues aparcaron su estudio de grabación móvil en el jardín exterior y el sótano de la mansión se convirtió en la sala para los músicos donde Jagger y cía tenían que dar forma a las canciones y rematarlas, mientras, el ingeniero de sonido Andy Johns encerrado en el camión del jardín trataba de dar forma a lo que oía a través de sus auriculares.
Las condiciones desde luego que no eran las propicias para grabar un disco de música y el estilo de vida de los músicos tampoco ayudaba, es más, resulta milagroso que de esos meses veraniegos pudiera salir lo que finalmente salió. La humedad era terrible, la acústica de la mansión lógicamente no era la de un estudio de grabación y la electricidad saltaba muy a menudo por lo que muchas veces tras unas cuantas horas trabajo los plomos saltaban echando a perder todo lo hecho en la tarde, mañana o noche. A todo esto hay que añadir a la legión de personajes que arrastraban los Stones en su día a día y que en las grabaciones de sus discos no fallaban, amigos, grupis, colegas de profesión, conocidos de amigos, camellos…se comenta que unas 70 personas pudieron pasar por Villa Nellcote en esos días. Mientras los músicos estaban encerrados en el sótano pasando calor y tocando los instrumentos, en la parte de arriba de la casa una fauna de lo más variopinta pasaba las horas en eternas sesiones de alcohol y descontrol.
Como bien decía Richards “En el sur de Francia si tienes dinero puedes hacer de todo” y entre Mónaco, Niza, Cannes y Marsella es muy fácil gastarlo. Muchas mañanas iban a desayunar a Mónaco en lancha tras una larga noche de buena música o juerga, otras veces simplemente se acercaban a pillar material a los narcotraficantes corsos que traían la heroína de África. El ritmo de trabajo era realmente caótico, unos días había algún problema técnico, otros días Jagger se ausentaba, más pendiente de su nueva vida con la jet set que de grabar el disco, de hecho en esas fechas se casó por sorpresa con Bianca en Saint Tropez, boda a la que el único invitado del grupo fue Richards pero a la que asistió una gran variedad de personajes conocidos, como los Beatles o los Faces, donde tocaba Ron Wood que en 1975 se incorporaría a los Stones sustituyendo al magnífico Mick Taylor que a su vez rellenó el vacío dejado por Brian Jones; y el día que nada había fallado y todo estaba listo para grabar era el día que Richards no aparecía por el sótano porque estaba de farra o simplemente estaba durmiendo.
A pesar de todos los pesares los Stones dieron en esos meses a luz un genial disco de 18 canciones en el que reflejaron todas sus influencias, “Exile…” es, sin lugar a dudas, el trabajo más ecléctico de todo su catálogo, rock, boggie, country, blues, góspel y r&b desprenden su olor a lo largo del doble álbum.
“Rocks Off” abre el disco de la mejor manera que se puede abrir un disco de rock, puro desenfreno que describe lo que significa el tópico vida de Stone. Una de las mejores canciones movidas en la discografía del grupo.
A esta le sigue el rockabilly juguetón “Rip This Joint”, una apología de la marihuana en la que el piano de Nicky Hopkings y el omnipresente saxo de Bobby Kyes gozan de mucho protagonismo.
“Exile On Main Street” es sobre todo un conglomerado de canciones y estilos y un claro ejemplo de ello es “Casino Boggie”, un sorprendente boggie boggie que llamaba la atención en un disco de los Stones que se movían entre el blues, rock y r&b. El disco no es tan redondo y coherente como sus otros grandes trabajos de años anteriores, es más desilvanado y caótico y no contiene grandes hits históricos de la banda por lo que su escucha no es precisamente fácil, aún así sí contiene uno de sus temas míticos y que aparece en todos sus recopilatorios y en las listas de best of, se trata de “Tumbling Dice”, una magnífica creación con coro góspel incluido donde el bueno de Mick reniega de todas las busconas que florecen por el lado malvado de la sociedad.
La siguiente canción, la que sigue a “Tumbling Dice” es mi preferida de todo el disco junto con “Rocks Off”, se trata de “Sweet Virginia”, un country-folk donde los Stones homenajean a  la música tradicional americana que tanto les influenció, una canción que podría formar parte
perfectamente del “Harvest” de Neil Young que se publicó el mismo año. “Gracias por tu vino California/ Gracias por tus dulces y amargos frutos/ Sí, llevo el desierto en las uñas de mis pies/ Y el speed escondido en mi zapato.”. Entre otros muchos personajes de los que desfilaron por Villa Nellcote estaba Gram Parsons, compañero infatigable de correrías de Richards y auténtico folk singer que perteneció a The Byrds y a The Flying Burrito Brothers, puede que “Sweet Virginia” le deba algo a su presencia, sea como fuere Keith acabó expulsándolo de la mansión por su inaguantable comportamiento, eran tales sus excesos que incluso un tipo como Richards no lo aguantaba, dos años después de ese verano falleció con 26 años a causa de una sobredosis de heroína.
Si la sombra de Keith Richards planea sobre la letra de “Torn And Frayed”, “Sweet Black Angel” es directamente un homenaje a la activista Angela Davis, integrante de las Panteras Negras, organización que luchaba por los derechos de los negros en EEUU.
Ketih Richars es el protagonista absoluto del disco y un claro ejemplo de ello es “Happy”, canción que escribió en la casa sin que ningún otro compañero de la banda estuviera presente en ese momento, de hecho él mismo es quien se encarga de cantarla. El productor Jimmy Miller se encargó de la batería ante la ausencia de Watts, el saxo como siempre corrió por cuenta de Bobby Keys, y el propio Richards se ocupó de la guitarra eléctrica, acústica y el bajo. Posiblemente se trate de la canción más conocida de las cantadas por Keith en todos los discos de los Stones. “Siempre tomé caramelos de los extraños/ No quise tomar nada a cambio/ Nunca quise ser como papá/ Trabajando para el jefe noche y día.”, palabra de Keith Richards, ahí queda eso.
El ambiente sudoroso y cargado que se respiraba ese verano en Villa Nellcote queda muy bien reflejado en temas como “Ventilator Blues” y la anteriormente citada “Sweet Black Angel”, son temas sucios, llenos de polvo y humedad. “Ventilator Blues” está directamente influenciada por el ventilador del sótano medio roto que intentaba paliar el sofocante ambiente que reinaba abajo.
En la parte final del lp destacan sobremanera, entre alguna que otra canción flojita, las dulces y melancólicas “Let It Loose” y “Shine A Light”.

Así se parió “Exile On Main Street”, un disco que para algunos es la gran creación de los Stones, para otros el más irregular y difícil, pero sin lugar a dudas se trata de un gran ejercicio de rock and roll sucio por parte de unos grandes músicos que rinden tributo a todas sus influencias y muestran sus altas capacidades en multitud de estilos entre largas sesiones de drogas y alcohol. Podían pasar horas y horas de cuelgue o aburrimiento sin que nada de provecho saliera a la luz, pero en el momento en que Keith empezaba a mirar fijamente a Charlie, se acercaba a él sigilosamente mientras Wyman se percataba de ello y se ponía de pie con su bajo a cuestas, en ese momento empezaban a aparecer los Rolling Stones y entonces era capaces de todo, incluso de parir un genial disco como “Exile On Main Street”, era el momento de poner las grabadoras a funcionar.

Por Caarte.

martes, 1 de abril de 2014

Dylan en Sabina

“Si mi carrera y la de Dylan se parecen en algo es en que todo lo que yo he hecho el cabrón de Dylan ya lo había hecho veinte años antes”, así de rotundo se expresa Joaquín Sabina cuando se le pregunta por uno de sus grandes mitos. Porque Sabina  (Úbeda, Jaén, 1949) tiene muchos referentes en el mundo de la música y la literatura: Leonard Cohen, José Alfredo Jiménez, Keith Richards, Chavela Vargas, Javier Krahe, Cesar Vallejo, Ángel González,  Gil de Biedma, George Brassens, Bryce Echenique, Serrat y un largo etcétera, pero si Joaquín es quién es, lo es gracias a su temprana admiración y ferviente devoción por Bob Dylan, el cantautor universal, que lo empujó a acompañar sus versos de una guitarra acústica, contar historias de atractivos perdedores, cantar al oído a las rubias más guapas del lugar y a subirse a trenes nocturnos que nunca llegaban a donde debían.
Podemos decir que sí, que Sabina es nuestro Dylan particular, no sólo por la demostración de talento que ha jalonado su carrera, sino por el éxito alcanzado y la impronta que su obra ha dejado tatuada en la sociedad actual. En pocos cantantes la letra escrita, sus versos, han tenido tanta importancia como en las carreras de Dylan y Sabina, son eso, antes letristas que músicos.
Sabina a lo largo de su carrera ha rendido pleitesía a Dylan en varias ocasiones, ya sea en forma de versiones,  de homenajes o de simple coincidencias. Ya en sus inicios, en los tiempos del Sabina más golfo y desenfadado, esa época previa al gran reconocimiento masivo  que fueron sus años de La Mandrágora y que el propio Joaquín reconoce como su ideal de éxito y felicidad, Sabina interpretaba una versión bastante libre y cachonda del “Man Gave Name To The Animals” de Dylan del 1979.
También por esa misma época del almanaque particular de Joaquín, este escribía una de sus canciones más logradas, "Pongamos Que Hablo De Madrid", un auténtico himno a su ciudad de adopción, en la cual, bajo la incrédula perspectiva de un joven de provincias retrataba a la metrópoli que le acogió entre una mezcla desencanto y romanticismo. La frialdad y el aspecto hostil con que Joaquín describe a Madrid está claramente influido por el “Talkin` New York” del primer disco de Dylan, donde el bueno de Bob relata su llegada a la ciudad de los rascacielos sin más equipaje que una mochila cargada de sueños y versos.

Dejando atrás los pueblos que más quiero
Pensaba que había pasado momentos buenos y malos
Hasta que llegué a New York
Gente metiéndose bajo tierra
Edificios subiendo hasta el cielo”

Sabina ha repetido en muchas ocasiones que para él la canción perfecta, esa que tiene todo lo que una canción debe tener es “Knockin` On Heaven´s Door”, escrita por Dylan para su disco y banda sonora de la película “Pat Garret & Billy The Kid” y que Joaquín versionó en su “No Puedo Enamorarme De Ti”, que a su vez apareció en un disco de Antonio Flores.

Y como no, Sabina que ha escrito sonetos a todo quisqui no podía hacerle un feo a Bob, este por supuesto también tiene su particular retrato:

“Dylan es tantos hombres que me pierdo
Apenas aprendido, te despista:
El folksinger, el duro, el loco, el cuerdo;
El francotirador de la autopista

El máster de las vísceras urgentes;
El novio de la Virgen del Asombro
Que esconde una Gillette entre los dientes
Cuando sale a cantar manga por hombro

Qué tormenta de otoño en primavera;
Otra vuelta de tuerca, otro verano
Por los de abajo, desde tan arriba.

Más joven y más viejo que cualquiera.
Tan lejos y tan cerca de fulano:
Roberto Zimmerman en sangre viva.”

En uno de los últimos discos de Joaquín, cuando Joaquín ya no es Sabina, es decir, la etapa post “19 días y 500 noches”, más concretamente en “Alivio De Luto”, encontramos en los agradecimientos un recuerdo para Dylan, según Joaquín por el aire tan dylaniano que impregna todo el álbum, algo que se observa de manera evidente en “Resumiendo”, un tema de dos acordes que me recuerda en su comienzo a la grandiosa “Hurricane” que el americano escribió para el boxeador  “Huracán” Carter.
Los dos geniales poetas ya llevan muchos kilómetros a sus espaldas, y el final del camino cada vez está más cerca. Si Joaquín ha pasado hace tiempo los sesenta, Bob ya ha pasado los setenta, y los dos han escrito, cada uno a su manera, su visión acerca del tema. Por un lado Joaquín, al cumplir los cincuenta (como le gustaría pillarlos ahora) tira de su típica sorna para abordar su acercamiento al eterno reposo en “A Mis 40 Y Diez”.

“Pero sin prisas, que, a las misas de réquiem
Nunca fui aficionado,
Que, el traje de madera, que estrenaré,
No está si quiera plantado,
Que, el cura que ha de darme la extrema unción,
No es todavía monaguillo,
Que, para ser comercial esta canción
Le falta un buen estribillo”

Por su parte Dylan se muestra mucho más solemne y melancólico en su hermosa “Not Dark Yet”, editada cuando se acercaba a los sesenta.

“Nací aquí y aquí moriré en contra de mi voluntad,
Ya sé que parece que me marcho, pero estoy quieto,
Cada nervio de mi cuerpo está ausente e insensible,
Ni siquiera recuerdo de qué vine huyendo,
Ni siquiera oigo el murmullo de una oración,
Aún no ha oscurecido, pero no va a tardar”

Los dos temas son de los mejor del repertorio de ambos cantautores, auténticas oraciones que sacan lo mejor de su poesía para emocionarnos. Pero si hablamos de canciones buenas, tenemos una última similitud u homenaje en dos de las canciones más conocidas, a la vez que mejores, en la carrera de ambos, se trata de “Princesa” y “Like A Rolling Stone”. Las dos narran la caída a los infiernos de una joven musa llena de atractivo que en su día gozó de un pasado esplendoroso pero que el presente las ha situado en la peor de las miserias. Por un lado Dylan empieza cantando:

“Érase una vez en que tú vestías tan bien,
Lanzabas una moneda a los vagabundos desde tu primera clase, ¿no?,
Le gente te llamaba la atención, “Cuidado muñeca, te vas a caer”,
Pensabas que todos te tomaban el pelo.
Te acostumbraste a reírte de
Todos los que estaban tirados,
Ahora ya no hablas tan alto,
Ahora ya no pareces tan orgullosa
De tener que estar gorroneando tu próxima comida.”

Mientras, Sabina lo hace a su manera:

“Entre la cirrosis y la sobredosis
Andas siempre muñeca
Con tu sucia camisa y, en lugar de sonrisa,
Una especie de mueca.
¿Cómo no imaginarte, cómo no recordarte?
Hace apenas dos años
Cuando eras la princesa de la boca de fresa,
Cuando tenías aún esa forma
De hacerme daño.”


Por Caarte.