viernes, 25 de marzo de 2011

Las 4 últimas canciones de Richard Strauss

Cuando uno ve que se acaba su vida, cuando uno ve que sus días están llegando a su fin, cuando la oscuridad acecha y la eternidad llama a la puerta, la nostalgia todo lo inunda y la melancolía se filtra por todos los poros del cuerpo, si encima eres músico y te llamas Richard Strauss entonces puedes ser capaz de escribir una de las páginas más bellas músical y líricamente hablando de la historia de la música.

A los 84 años y sintiendo ya la cercanía de la muerte Richard Strauss descubrió un poema de Joseph von Eichendorff: “En el crepúsculo” con el cual se sintió muy identificado ya que versaba precisamente sobre la despedida de la vida y una postrera mirada al pasado y a la casi extinguida existencia junto a su mujer y compañera de viaje. El compositor escribió una pieza musical para soprano y orquesta sobre el poema donde alcanzó unas cotas de éxtasis sonoro inimaginable, al oírlo no cabe otra opción que ser absorbido por la belleza de la música y recibir serena y plácidamente la llegada de la eternidad. Si uno al morirse se muere así no debe importar mucho despedirse de este mundo.

A los pocos meses de escribir esta pieza musical Strauss leía poemas de su amigo y admirado Herman Hesse, uno de los escritores alemanes más grandes de todos los tiempos y autor de famosísimas novelas como “El lobo estepario” o “El juego de los abalorios”. De esas lecturas Strauss recogió tres poemas que hacían referencia a la naturaleza y al sueño infinito: “Primavera”, “Septiembre” y “Al irme a dormir”. Al igual que hizo con el poema de von Eichendorff, musicó también estas tres poesías y dejó el mejor testamento musical posible: cuatro canciones para soprano y orquesta con las cuales será recordado por los siglos de los siglos.

Strauss no pudo oír estas últimas composiciones suyas en concierto ya que murió a los pocos meses de finalizar su magnífica creación (8-septiembre-1949), es más, él no pensó que los tres poemas de Hesse acabarían con el paso del tiempo uniéndose al poema de Josep von Eichendorff y llamándose “Las cuatro últimas canciones”, como se puede deducir este nombre es simplemente el resultado de haber sido las últimas composiciones del genio alemán.

Si existe el más allá, la música que allí suene no puede diferir mucho de las cuatro piezas que Richard Strauss compuso entre la vida y la muerte.
“En el crepúsculo”

Hemos ido de la mano
por alegrías y penas,
ahora descansaremos de nuestros andares
aquí, sobre el paisaje silencioso.

Los valles se alejan cuesta abajo,
el aire se vuelve oscuro ya,
y solo quedan dos alondras
que ascienden sobre los aromas.

Ven, deja que aleteen,
pronto será hora de dormir
y no debemos perdernos
en esta soledad.

Oh paz ancha y tranquila,
tan profunda en el crepúsculo,
que cansados estamos de caminar.
¿Será esto, entonces, la muerte?


Por Caarte.

domingo, 20 de marzo de 2011

Un Paris inagotable

Rincones, Idolos y Recuerdos. Un Paris que no se acaba nunca.

     Si has paseado por Pere Lachaise para poner una piedra sobre la tumba de Modigliani, te has sentado a escuchar el silencio, pensando en él, entonces sabes que Paris no se acaba nunca.
 
     Si le has dejado una rosa a Edith Piaf y te has sorprendido ante el desamparado reposo del talento de Jim Morrison…

   
    
     Si has caminado por Rue Amyot mirando al cielo desde el que Jean Hebuterne se dejó caer, desde el balcón de ese quinto piso del número 8, si has imaginado su cuerpo lleno de vida, pero absorbido por la muerte, en el suelo. Entonces sabes que Paris no se acaba nunca.

     Si has conseguido sentarte en el Café de Flore, en la silla donde Jean-Paul Sartre fumaba en pipa, escribía La Nausea y charlaba con Simon de Beauvoir. Solo un café mas de los muchos que acogieron la esperanza, la inspiración de tantos artistas.


Si has vagado por las calles como Brando cuando rodaba “El último tango en Paris”.
Si has perdido el tiempo, perdido tú entre las esculturas exquisitas, llenas de fuerza, de tensión y de paz y equilibrio a la vez, por los jardines del Museo Rodin. Entonces sabes que siempre nos quedará Paris.

 



















Si has pensado en ser pobre y feliz en Paris, como Hemingway, cazando palomas en los jardines de Rosa de Luxemburgo. Aprobando las dimensiones del pene de Scott Fitzgerald en el lavabo de un bar, posiblemente el del Petit Bar. Entonces sabes que Paris era una fiesta.

Si caminando cuesta arriba y cuesta abajo por las calles de Montmartre en busca del tiovivo de Amelie y su bar, te has perdido incapaz de encontrar su propio mundo de colores y fantasías.
Si has buscado la esquina de Place Des Vosgues donde se encuentra la casa de Victor Hugo para luego saltarte la valla del parque y sentarte a respirar aire del frio invierno.

Si en Bateau-Lavoir has rememorado a Pablo Picasso y otros pobres artistas que vivieron y trabajaron en comuna. Y en “Au Lapin Agile”, en el número 22 de la rue Saules te has sentado en el banquito donde reposaban la borrachera Modigliani y otros contemporáneos antes de dejarse caer por las calles hasta llegar a sus áticos respectivos, posiblemente en el barrio latino. Entonces sabes que Paris era una fiesta.


Porque Paris no se acaba nunca.

Texto y Fotografia por Ardemo.

viernes, 11 de marzo de 2011

"Ensayo sobre la Lucidez" de José Saramago

“Mal tiempo para votar”, así empieza José Saramago su “Ensayo sobre la lucidez”, una novela donde una vez más el premio Nobel de 1998 nos invita a la pausa y a la reflexión sobre el mundo en que vivimos. Esta vez pone su ojo crítico en la clase política que nos gobierna y que rige nuestros designios, la clase política en cuyas manos está nuestro presente y nuestro futuro, y lanza una advertencia a la vez que un llamamiento a acabar con esta ceguera pasiva que nos inunda: “Puede suceder que un día tengamos que preguntarnos Quién ha firmado esto por mí”. De esta manera nos hace ver que en nuestra actitud, en nuestras decisiones individuales hay más poder del que creemos, cada uno en su foro interno puede tener su particular momento de lucidez y despertar del letargo en que el sistema nos hunde y empequeñece.

Una vez más una ciudad imaginaria de Portugal, una vez más una novela cargada de significado y casi vacía de ornamentación narrativa, así lo hace ver el autor en algún que otro pasaje apuntando que el lector posiblemente haya reparado en la escasa descripción del entorno que rodea a los personajes de la novela, y es que una vez más el núcleo de la novela son los protagonistas del libro y sus perfiles psicológicos, la manera que tienen de enfrentarse a las situaciones que Saramago inventa. Esta vez la metáfora que usa el portugués no es una epidemia de ceguera sobre la ciudad (Ensayo sobre la ceguera) o una huelga de la Muerte (Las intermitencias de la muerte), esta vez la insólita situación que se cierne sobre nuestra ciudad imaginaria es una plaga de lucidez sobre la mayoría de sus habitantes, que deciden votar en blanco en unas elecciones democráticas. Ante tal anormal comportamiento por parte de la ciudadanía la clase dirigente actúa sacando su peor versión, tira de violencia si es necesario, manipula (con el voluntario beneplácito) los medios de comunicación, y sitúa como principal prioridad el mantenimiento de su reputación, aunque para ello haya que inventarse y encontrar algún culpable que tenga que ser castigado para dar ejemplo. Realmente todo son situaciones en las que, si nos paramos a pensar, es muy fácil encontrar similitudes en el mundo real.

Tres personajes destacan sobre el resto de protagonistas de la novela, cada uno representa un grupo de los que conforman la sociedad en el momento del ataque de lucidez, por un lado está la protagonista de “Ensayo sobre la ceguera”, la mujer que fue la única que no perdió la vista en la novela de 1995, en ella Saramago representa la honestidad, lucidez y bondad que debería reinar en una sociedad utópica, por otro lado tenemos al Ministro del Interior que encarna lo peor de nuestros políticos, soberbia, falta de escrúpulos, abuso de poder, corrupción, etc, y en último lugar un comisario de policía que iniciando la novela de parte de los “ciegos” acaba perteneciendo al grupo de los “lucidos” una vez que conoce a la mujer antes referida, un personaje entrañable este del comisario, un hombre que acostumbrado a cumplir órdenes y actuar con mano firme despierta de su particular letargo y descubre que él antes que nada es también un humano con sentimientos, sensibilidad y capacidad de raciocinio, un personaje en el cual todos nos podemos ver reflejados y el cual nos puede mostrar el camino que nos traza Saramago.

Si al libro a veces le falta algo de frescura y colores, debido a su carácter utópico y vació de realidad, queda compensado con un excelente final, un desenlace desesperanzador que nos devuelve a la cruda realidad, es como si el autor nos hubiera querido decir “Lo que acabas de leer es simplemente una novela, un sueño, una reflexión, pero con estas últimas líneas te devuelvo a la sociedad en la que habitas y a la que no debes de juzgar con ojo crítico”

Por Caarte.

viernes, 4 de marzo de 2011

Patti Smith por Avedon


Acabo de llegar del concierto de Patti Smith en el Palau de la Música de Barcelona y aún lo estoy digeriendo. Sentada en la penúltima fila del segundo piso sentía que estaba asistiendo a un evento histórico, un concierto compuesto por una mezcla de canciones y mensajes descarados cantados con fuerza por una mujer que lleva más de 30 años en el escenario.

Ya dentro del Palau sabía que mi siguiente artículo trataría de ella fotografiada por Avedon, el retratista por excelencia. Éste es capaz de aislar el personaje de todas sus pertenencias, situarlo en un fondo blanco y, aún así, sacar de él el carácter que guarda más adentro. Y ahí vemos a la cantante, con su mirada inquisidora a la vez que tranquila, con su pose descansada sin rozar siquiera la pereza, con expresión desairada al mismo tiempo que firme. Así es ella posando delante de una cámara y cantando delante del público barcelonés. Y es que uno tiene la sensación de que Patti Smith piensa lo que dice, y hace lo que piensa creando un bucle de coherencia que desenvoca en una tranquilidad personal imposible de derrumbar.

Quiero emfatizar aquí la importancia del trabajo de Avedon, pues observando las muchas fotografias que ha disparado a diferentes personalidades del mundo político, de la música y del arte, uno puede reconocer en cada una de ellas la persona que hay detrás de la celebridad creada por la sociedad. Ya sea por una carcajada, un gesto fuera de lugar o una mirada, quien observa el retrato se siente más cerca del personaje gracias a Avedon.

Por último, me gustaría dejar como coletilla del artículo una frase que enunció Patti Smith en el concierto y, que por sencilla, me parece muy grande: “how can you be a pacifist if you can not forgive your brother”. Empecemos por lo que tenemos cerca.

Por Nona Codina (Colaboración)