lunes, 28 de febrero de 2011

Panorama de la Poesía Chilena Actual por Andrés Morales (Parte 2)

i           La generación del ochenta u ochenta y siete significó la radicalización, en muchos casos, del discurso político y social. Paralelamente a esta opción, otros autores como Juan Luis Martínez o Raúl Zurita optaron por una escritura que apelaba a los recursos de la neovanguardia y abrieron un universo extraordinario que conjuntamente a los esfuerzos desplegados por Diego Maquieira, Rodrigo Lira o Carlos Cociña, significó la aparición del discurso feminista (Teresa y Lila Calderón, Verónica Zondek, Alejandra Basualto, Bárbara Délano); neocoloquial (Sergio Parra, Víctor Hugo Díaz); etnocultural y metapoético (Tomás Harris, Clemente Riedemann, Elvira Hernández, Juan Eduardo Correa, Javier Campos, Juan Antonio Massone, Eduardo Llanos, Gonzalo Contreras, Germán Muñoz Pilichi, Cristián Vila, Soledad Fariña, Mauricio Barrientos, José María Memet, Andrés Morales); homosexual (Francisco Casas); indígena (con el extraordinario e importantísimo poeta fundacional Elicura Chihuailaf y también la importante vos de Leonel Lienlaf); etc. Este hecho marcó un cambio en la lírica chilena pues permitió atisbar una diversidad discursiva como nunca antes vista, asunto de primer orden pues serviría de necesario antecedente para que las promociones posteriores (sobre todo la del noventa) pudiesen articular una poesía sin compromisos, desprejuiciada y sin ataduras ideológicas. Asunto que también, desde la segunda mitad de la década de los ochenta, se complementaría con la apertura política que permitió recuperar la democracia. Este particular momento significó también un intento de reparación de parte del alicaído entramado cultural del país; con una verdadera explosión de ediciones de libros (autoeditados o en sellos pequeños), de revistas (de muy baja circulación) y, fundamentalmente, de la aparición de Talleres Literarios, espacios amparados por un par de instituciones (Sociedad de Escritores de Chile y Biblioteca Nacional) u organizados por estudiantes y poetas bisoños en universidades o, simple y llanamente, de forma privada. Años de esperanza en los años venideros, el final de los ochentas significaron la madurez de una poesía que avanzaba hacia temas y preocupaciones muy similares a las actuales.

Entrados en la década de los noventa aparece, como se ha dicho, una nueva promoción que se autodenomina “de los noventa”. Grupo heterogéneo en sus búsquedas y procedimientos, se forma casi completamente en las universidades. Entre sus hallazgos puede contarse el intento por no hegemonizar ni monopolizar ningún tipo de escritura, consiguiendo una diversidad de tonos y estilos que buscan a sus referentes en otras literaturas (neohelénica, francesa, anglosajona) más que en la propia tradición chilena o de la lengua castellana. También cultivan un desprejuicio en cuanto a las temáticas y registros, realizando una lectura abierta de las múltiples posibilidades del género. De esta forma conviven sin problemas neoclasicismo, neosurrealismo, antipoesía, neovanguardismo y, por cierto, una lírica de tono clásico. Como muy bien señalara Javier Bello en su tesis de grado, estos poetas se transforman en desarraigados, en huérfanos de su propia tradición cultivando una escritura donde no caben los cenáculos ni las asociaciones. Una sana desconfianza anima a la mayoría. Con inusual fuerza, estos autores se consolidan rápidamente y ocupan un espacio (lo quieran o no y dentro de los reducido del mismo…) en la palestra literaria. Voces como las de Julio Espinosa Guerra, Javier Bello, Ismael Gavilán, Germán Carrasco, Cristián Gómez, Damsi Figueroa, Armando Roa Vial, Sergio Madrid, Verónica Jiménez, Kurt Fölch, Alejandra del Río, Julio Carrasco, Marcelo Pellegrini, Leonardo Sanhueza, Andrés Adwanter, David Preiss, Christian Basso, Patricio Cifuentes o Malú Urriola entre muchos otros, publican con gran velocidad sus primeros libros y consiguen articular encuentros, antologías y talleres que, poco a poco, demuestran el notable talento que poseen. Como es tradición en la poesía chilena, también dentro de este grupo, las ciudades de las regiones han ido incrementando su gravitación en el género. Concepción, Valparaíso, Temuco y Valdivia se convierten cada día más en centros de gran producción poética. Las universidades, los centros culturales y comunitarios se han erigido en espacios donde se continúa la tradición de los talleres literarios y donde, con mayor o menor fortuna, se intentan publicar algunas revistas de poesía.

Cuando la promoción de los noventa pareciera constituirse en los “novísimos” del momento, con extraordinaria velocidad surgen otros jóvenes que quieren abrirse paso con sus libros y visiones de mundo. A veces catalogados entre los poetas del noventa, otras veces señalados como autónomos, estos últimos autores ya realizan encuentros literarios, planean primeras ediciones y antologías poéticas. No es posible saber cuál es la razón de tanto interés y tanta proliferación poética, pero es indudable que, a todas luces, la calidad no merma en pos de la cantidad. Otra vez las universidades son escenario importante para el desarrollo de una nueva promoción, es allí donde se gestionan, otra vez, talleres y revistas de gran interés. Tema aparte y complicado es dar algunos nombres –dada la gran cantidad de autores- pero baste con señalar que se habla de, al menos, una treintena de poetas (si es que esta cifra no es, tal vez, conservadora). Entre ellos, y sólo para nombrarlos como autores editados y verdaderamente posesionados y destacados al día de hoy es posible señalar a: Víctor Quezada, Rodrigo Olavarría, David Villagrán, Juan Santander, Julio Faúndez, Simón Villalobos, Juan Manuel Silva Barandica, Manuel Naranjo, Patricio Morales, Santiago Bonhomme, Ricardo Espinaza, Arnaldo Donoso, etc., desde el norte al sur del país.

Como impresión o, mejor, como visión de estos últimos años es necesario repetir las ideas de una poesía donde la continuidad, la diversidad y el desconocimiento entre los diversos países de lengua castellana son las notas dominantes. Si a esto le agregamos una suerte de “desprecio” entre las diversas literaturas hispanoamericanas y la española (donde se cree que lo mejor es lo realizado en el propio país y donde se mira con recelo lo escrito en otros), rápidamente se concluye como natural que muchos poetas busquen en lejanas tradiciones y en otras lenguas sus referentes inmediatos. De igual forma, ha aparecido un auténtico “canibalismo intergeneracional” que preocupa por lo absurdo y por las gruesas anteojeras exclusivas que significa negar todo lo anterior y menospreciar la propia tradición poética chilena.

Mientras tanto, a pesar que el género poético ha ido teniendo una condición de “desplazado”, y, a pesar que la crítica no logra dimensionar con justicia la extraordinaria vitalidad de la poesía y a pesar que sólo unos nombres muy consagrados parecieran abarcar toda la atención de los pocos lectores, la poesía chilena continúa en constante movimiento persiguiendo no sólo su permanencia sino también nuevos derroteros donde este difícil arte pueda dar mucho más de sí.

Por Andrés Morales (Colaboración)

jueves, 24 de febrero de 2011

Panorama de la Poesía Chilena Actual por Andrés Morales (Parte 1)

Intentar una mirada imparcial en torno a la actual poesía chilena es un trabajo casi imposible, soberbio y hasta ingenuo. La continua renovación del género impide poseer la distancia y la objetividad necesarias en este tipo de análisis que, en todo caso, no pretende, ni lejanamente, instaurar un canon o, más aún, agotar el tema. Se trata entonces de una lectura personal y basada en algunos criterios que apuntan más bien a la representatividad de los autores, a la emergencia de sus voces y al placer de la lectura íntima del que aquí suscribe.

Es común en estos días oír bastante sobre la poesía chilena. La estatura de las figuras de Nicanor Parra y Gonzalo Rojas (consagrados y vueltos a consagrar continuamente por casi todas las instituciones y premios de España e Hispanoamérica) han refrescado en los lectores la imagen de una tradición marcada esencialmente por la voz de Pablo Neruda (cuyo centenario nos ha inundado con su vida y obra) y, para aquellos que conocen más de esta poesía, con las presencias de Gabriela Mistral, Vicente Huidobro o Pablo de Rokha. De alguna forma, se ha hecho justicia con ambos poetas y se ha reconocido la importancia de la ya mítica generación de 1938, notabilísima en sus autores y propuestas (y quiero destacar también las obras de Eduardo Anguita, Humberto Díaz Casanueva, Rosamel del Valle y de aquellos surrealistas del grupo “Mandrágora”). Aún así, la poesía chilena pareciera detenerse en ese momento histórico para la mayoría de los lectores españoles. De vez en cuando algunas editoriales reeditan las obras de Enrique Lihn, Oscar Hahn o Raúl Zurita, pero no es común que (salvo la excepción de los jóvenes Javier Bello y Leonardo Sanhueza, premiados recientemente y editados por Visor) se pueda hablar de una divulgación real de la poesía chilena. De sobra está señalar que falta urgentemente una antología completa, al menos de los últimos cuarenta años, para “iluminar”, aunque sea parcialmente, el panorama de la actual lírica chilena.

Frente a este desconocimiento es alentador poder esbozar algunas ideas y situar algunas obras de los poetas que han ido continuando una fértil tradición que hoy podría catalogarse como pluridireccional, heterogénea y superpoblada de nombres. En este sentido lo primero que hay que subrayar es la obvia coexistencia de las llamadas “generaciones” que se superponen en producción y en figuración en el pequeño escenario de las letras de Chile. Así junto a Rojas o a Parra, otras presencias insoslayables son las de Enrique Lihn, Miguel Arteche, Armando Uribe Arce, Stella Díaz Varín (de la generación de 1957, conocida como “de los años cincuenta”) junto a Floridor Pérez, Jaime Quezada, Manuel Silva Acevedo, Waldo Rojas, Hernán Miranda, Oscar Hahn (también recientemente premiado y editado en España), Omar Lara, Gonzalo Millán y tantos otros de la generación de 1972 (tradicionalmente señalada como “de los años sesenta”). Así, sin querer transformar estas páginas en un miope e inútil listado de nombres, aparecen –casi como un fenómeno de la naturaleza- “oleadas” de poetas que por su rápida iniciación y vigencia, hacen tambalear cualquier intento de categorización desde el punto de vista generacional. De esta forma, surgen la “generación de los ochenta” (o del ’87, o “de la dictadura”, o “N.N.” ), la “generación de los noventa” (o del 2002) y, en estos días, una novísima generación, sin rotular aún (¿la del Bicentenario?), que comienza a dar sus primeros frutos en libros o revistas de escasa circulación, pero que intenta “instalarse” con pie firme. Sin la necesaria perspectiva ante tan atiborrado paisaje, casi resulta más práctico y hasta más justo, hablar más que de “generaciones”, de “promociones”. Pareciera que los años de formación, los años de vigencia, etc. de cada generación no alcanzan a cumplir los plazos tradicionales que la crítica apunta en el sentido más canónico. Por otra parte, a pesar de los rasgos distintivos de estas promociones, existen líneas comunes que pueden unir a los distintos autores produciéndose una serie de vínculos intergeneracionales que hablan de una ligazón distinta a las que se conocían antiguamente. En este derrotero hay que apuntar al cambio de muchos poetas desde un discurso político, ideologizado y comprometido a una escritura más actual, con las problemáticas propias de la democracia, del mundo globalizado, de los temas tradicionales de la poesía universal. Pero el problema más interesante, es la aparición constante de voces nuevas (algunas “clasificables” en grupos, promociones o generaciones) y su casi nula consolidación en la conciencia de los lectores. Muchos libros, pocas revistas literarias, casi ninguna crítica periodística y casi ningún estudio, reseña o mención en la crítica académica, complican el afianzamiento y consistencia de estos autores. Tanto es así, que la poesía ha sido desplazada en la mayoría de la prensa y de las revistas académicas por los artículos y ensayos en torno al pequeño “boom” que se ha conocido en torno a los jóvenes y no tan jóvenes narradores chilenos. Las suspicacias aquí son muchas y, obviamente, apuntan a estrategias de mercado y publicidad de las casas editoriales más que a una justa valoración de este fenómeno.

Ante tan confuso panorama, me parece indispensable mencionar, sin ánimo de categorizar nada, las líneas que antes apuntaba como principales en la poesía chilena actual.

Por Andrés Morales (Colaboración)

sábado, 19 de febrero de 2011

Floating Nude, Algo más que una imagen



Llevaba semanas tratando de encontrar el autor de una fotografia que mi profesor de historia del instituto de fotografia mostró un dia en clase hace ya casi 5 años. Molinero, así se llamaba él, tenia la costumbre de presentar 3 autores por clase y, antes de que transcurrieran los 90 minutos, dejaba un momento para mostrar las imágenes más representativas de cada uno de ellos.

Ahora lo recuerdo, nos estábamos adentrando en la “straight photography”, movimiento fotográfico que se opone al pictoralismo reivindicando realismo y nitidez. Éste surgió en una época para nada eludible, el período de entreguerras. Lo ideal, imaginario y seductor parecía sarcasmo en un momento tan duro como el que se vivía en estos días.

Entonces, ¿cómo olvidé un nombre tan importante como es el de Edward Weston? Y es que pensando en este fotógrafo, a uno le vienen a la mente bodegones de caracoles de mar exquisitamente iluminados, paisajes paradisiacos de gran nitidez... ¿cómo el autor de estas imágenes tan perfectas puede emmarcarse en el movimiento del “straight fotography”? Pues precisamente porqué mostraba cada elemento, escena y modelo tal y como era, respetando su esencia. El caracol resplandecía y prendía vida, el paisaje gozaba de la máxima profundidad de campo para presentarlo con todo detalle...

He aquí cuando aparece mi imagen, la de una mujer desnuda flotando en un estanque. Siendo una fotografia que se aleja de la estética de Edward Weston, a mi parecer el autor sigue fiel al movimiento “straight photography” dada su capacidad de captar las entrañas de lo fotografiado: una persona. La grandeza de esta imagen gravita en las piernas de ella, las piernas que se arriman al borde del lago quedando el resto del cuerpo a la deriva, pues es así cómo el fotógrafo consigue transmitir el abismo, la ansiedad. Éste sentimiento tan difícil de definir y aún más de captar en una imagen, él, consigue representarlo con una fotografia que conmueve a toda persona que la observa. “Foating Nude” no deja indiferente a nadie. Remueve nuestro interior, nuestros miedos y nos encara a la más cruel soledad. Sólo nos salva un débil contacto con la sociedad, estas piernas que están a punto de hundirse bajo el agua. Se puede decir, pues, que Weston, fiel a su movimiento, captó la esencia de las personas.

Por Nona Codina (Colaboración)

viernes, 11 de febrero de 2011

Antonio Vega: entre el infinito y la eternidad

Silban tus acordes en la noche, tiran de ti y te arrastran al viaje, al viaje del tiempo y del espacio, donde todo se reduce y parece insignificante, banal, carente de trascendencia, como la vida misma…y entonces, cuando la mente vuela y el recuerdo apunta y señala, me sitúo en aquel 28 de noviembre del 2008.

La tarde se despide y empieza a caer la noche, enterrando la obligación cotidiana y floreciendo el espíritu de la ciudad, las gentes de varias generaciones acuden y van llenando la sala Bikini en la Diagonal barcelonesa, hay algo de jaleo, ruido de cervezas, conversaciones del día a día, nadie mira al escenario, está vacío y ya tendremos tiempo para ponernos melancólicos, soñar y viajar.

Se apaga la sala, el silencio se hace y crece, todo el mundo mira al escenario, serios y expectantes le vemos salir con la cabeza gacha y un andar precipitado, queriendo huir de ese terreno incómodo que es el protagonismo y los elogios, y entre los aplausos respetuosos, vuelven a aparecer el silencio y los acordes de la guitarra, potente, fina, extensa, espacial, infinita…Antonio levanta la cabeza, cierra los ojos y se deja llevar, el viaje comienza.

Su presencia ahí arriba, en frente de todos, es hipnótica, no puedes apartar la mirada de ese ser enjuto y débil que todo lo llena con su afilada voz y su amplia guitarra, la voz te araña y pellizca el corazón,  la guitarra te levanta y te traslada a un estado superior desde donde todo parece pequeño. Todos sabemos que no hay que pestañear, hay que aprovechar, nunca se sabe si esta será la última vez que le podremos ver, su figura está tan demacrada…aunque se lleva mucho tiempo diciendo lo mismo en vano, él no cae y todos lo celebramos.

El viaje es hermoso, tierno y placentero, disfrutamos de la nostalgia, la calidez y la sinceridad, en ocasiones hay fuerza y energía pero el concierto es sobre todo una celebración a la intimidad, el artista desnudo ante su público desgrana su mundo interior, sus amores, sus preocupaciones, sus inquietudes, sus alegrías, todo visto desde allá arriba, desde donde todo parece pequeño e insignificante, ese lugar perdido donde ahora ya debes estar, donde todo tiene respuesta, donde ya no existen los enigmas del espacio y del tiempo, del infinito, de la materia y de la ingravidez, donde por fin comprendes la verdad de los agujeros negros, donde por fin puedes observar millones y millones de galaxias y viajar a miles de años luz. Visto así se puede decir que por fin estas en casa, en el todo y la nada, a donde siempre quisiste pertenecer, la vida al fin y al cabo era un pequeño y pasajero instante donde encontraste sufrimiento, música y cariño de los tuyos y de tus seguidores, eso es la vida: una décima de segundo dentro de la eternidad.

Con los ojos siempre cerrados, gesto concentrado y algún que otro seco y escueto “gracias” vas desgranando tus 30 años de geniales composiciones, aunque lógicamente te centras sobre todo en tú época en solitario, donde ya no tenías la inocencia, ingenuidad y frescura de tu etapa en Nacha Pop, ese grupo que marcó época, en el que tanto disfrutaste y del que un día tuviste que salir porque la vida ya era otra cosa más triste, dura y serena, y tú claro, para reflejar esa vida necesitabas tu espacio, tu ritmo y tu manera de hacer.

“Una décima de segundo”, “Atrás”, “Persiguiendo sombras”, “Lucha de gigantes”, “Desordenada habitación”, “Tesoros”, “Se dejaba llevar por ti”, “El sitio de mi recreo”, “Océano de sol”, “Anatomía de una ola”, “A trabajos forzados”, “Caminos infinitos”…no se acaban las calles al igual que no se acaban las mágicas canciones que nos dejaste para siempre y que nos acompañaran para siempre hasta que nos vayamos a ese lugar perdido donde tú habitas.

El viaje termina con “Chica de ayer”, ese tema que escribiste en la mili, antes de que el sano y deportista joven llamado Antonio Vega Talles se convirtiera en el frágil y demacrado adulto llamado Antonio Vega: la leyenda.

Y despiertas del viaje y sales a la fresca noche, donde la realidad te golpea en la cara, con sus coches, semáforos y gris asfalto, y mientras piensas en lo bien que se estaba allá arriba y de lo mal que se esta aquí abajo, te despiertas de otro sueño en el tiempo y descubres que eso ya pasó hace mas de dos años y que ahora simplemente estas en tu desordenada habitación escuchando esas pequeñas obras maestras que son las canciones que escribió Antonio Vega: el ya fallecido y siempre eterno Antonio Vega.


Por Caarte.

sábado, 5 de febrero de 2011

Nouvelle Vague. Made in France.

     Nouvelle Vague, o, Nueva Ola fue la denominación que la crítica utilizó, para hablar de un grupo de cineastas franceses que surgió a finales de la década de 1950 y que apostaban por la libertad de expresión y por la libertad técnica. Películas como Los 400 golpes de Truffaut e Hiroshima mon amour de Alain Resnais en 1959, sentenciaron la llegada del nuevo fenómeno cinematográfico que se consolidó en el Festival de Cannes del mismo año.

     Pero mi intención no es hablar de cine, aunque considero que la introducción era necesaria para comprender mejor el fenómeno musical del que quiero hablar, si, quiero hablar de música, y no de cualquier música sino de esa “música” que, cuando la escuchas de fondo puedes deleitarte mientras tomas un té en el sofá un día de lluvia de otoño recordando un día de playa y sol, o, acariciando un sensual Martini compartiendo miradas junto a alguien especial, o degustando unas placenteras copas de vino entre amigos con una animada conversación la noche de un sábado cualquiera en casa de alguien. Porque la música de Nouvelle Vague es así, acogedora, sensorial, suave, sensual, cálida, especial.

     Grupo creado en 2003 por los arreglistas Marc Collin y Olivier Libaux, Nouvelle Vague es una cover band formada por un colectivo de músicos franceses que despliegan todo su buen hacer versionando antiguos éxitos del Punk y el New Wave con picantes arreglos de Bossa Nova.

     Nouvelle Vague, New Wave, Bossa Nova. Palabras, estilos, músicas que, en sus diferentes idiomas significan lo mismo. El enfoque de la banda es redescubrir títulos de los años 80 ofreciendo una reinterpretación original arraigada en la modernidad. Versiones de canciones de Joy Division, Depeche Mode, The Cure, Echo And The Bunnymen, The Sisters Of Mercy, Billy Idol, New Order, Talking Heads, Simple Minds, Psychedelic Furs, The Sex Pistols, The Police y tantos otros aparecen a lo largo de su discografía. Nouvelle Vague tiene una estética elegante, y, aunque tiene intérpretes masculinos son sus intérpretes femeninas, Vanesa Paradis, Camilla, Mélanie Pain, Phoebe Killdeer, Nadeah Miranda, Helena Noguerra, Mareva Galanter,… cantando al más puro estilo chic francés, las que contribuyen en gran medida al éxito de la banda.

     De su discografía « Nouvelle Vague» 2004, « Bande à Part » 2006 y «3» en 2009 podemos decir que se acercan a la New Wave y post punk anglosajón mientras que en su nuevo álbum «Couleurs sur Paris» editado en Diciembre 2010 vuelven a reencontrarse con la Nouvelle Vague que se extendió por Francia a finales de los 70 y la década de los 80. En 2010 también se publicó un recopilatorio con los temas que más aceptación han tenido desde su creación, Nouvelle Vague «Best of ».

     En el siguiente enlace www.nouvellesvagues.com/MUSIC.html página de la banda podréis escuchar algunas canciones de sus álbumes, pero, eso sí, quien quiera disfrutar del último álbum Couleurs sur París, cantado casi íntegramente en francés, tiene que saber que aún no se ha editado en España, claro que, siempre se puede pedir por Internet al país Galo, aunque haya que esperar algunos días para tenerlo.

La musique est un véritable oasis pour les sens. La musique est un don, j'espère que vous aimerez mon cadeau.

por Maytetxu, (Colaboración)


Los 5 discos que simbolizaron el Brit Pop (3ª parte)

-“(What´s the story) Morning Glory?” Oasis (1995). Con un sonido más rockero y duro que el resto de bandas de su época, Oasis se había dado a conocer y saboreado las mieles del éxito con “Definitely maybe” (1994), un disco que se alzó al número 1 en las listas de ventas gracias a sencillos como “Live forever” o “Cigarettes & alcohol”. Y en 1995 sorprendieron al Reino Unido y resto del planeta con este disco lleno de clásicos.
 
La banda estaba guiada por el liderazgo musical de Noel Gallagher (guitarra) y el exhibicionismo y carisma de su hermano pequeño Liam (voz). Su actitud provocadora y sus constantes escándalos les ayudaron a alcanzar el estrellato en un principio para más tarde perjudicarles en su carrera musical y conseguir el hartazgo general de crítica y público. Su guerra en los medios con Blur fue tal debido a la campaña de marketing ideada en las discográficas que tanto prensa y televisión como público y los propios Oasis abrazaron con entusiasmo y diversión.

Con este disco Oasis se convirtió en la banda más grande del mundo y recogió el testigo de bandas como The Rolling Stones o U2. El fenómeno Oasis provocado por este disco creció tanto que no lo supieron digerir y es ahí donde empezó su cuesta abajo.

Si “What`s the story…” es el segundo disco más vendido en la historia de U.K tras el “Sgt. Pepper…” de los Beatles es gracias a temas como “Roll with it” de ritmo trepidante, “Some might say” un medio tiempo muy Oasis, “Don´t look back in anger” tema que canta Noel y que fue directo al nº1 o “Wonderwall” sin lugar a dudas todo un himno generacional y con el que Estados Unidos quedó rendido a sus pies.

-”Different class” Pulp (1995). El grupo de Sheffield con Jarvis Cocker a la cabeza llevaba desde 1978 creciendo como banda de rock. Sus primeros discos eran bastante oscuros a la vez que simples, y fue en 1994 con “His n hers” donde realizaron una explosión de colores que les puso de lleno en el epicentro del Brit Pop. Y cuando parecía que habían hecho cumbre con ese último trabajo apareció en 1995 su magistral “Different class”.

Para muchos este disco es la obra cumbre de todos esos años y todos esos grupos, de una delicadeza y equilibrio excepcional “Different class” se situaba como el disco perfecto, donde se reunían todas las tendencias del momento: rock, pop, disco, guitarras acústicas, ternura, pasión… eso sí, siempre un disco brillante sea cual sea la perspectiva desde la que se le observe.

Todos sus temas respiran plenitud y redondez, aunque sobre todos ellos destacan tres, tres canciones que describen a Pulp con exactitud, tres temas por los que pasaron a la historia de la música británica: “Common people” para muchos su mejor canción y su éxito mas abrumador, “Something changed” de una perfección absoluta, no hay palabras para describir la magia que transmite, y “Disco 2000” donde se rompen todos los moldes y el optimismo se dispara para ofrecer una canción maestra.

-“Urban hymns” The Verve (1997): La banda con Richard Ashcroft como líder era una banda de las más reconocidas en el panorama musical británico gracias a “A storm in heaven” (1993) y sobretodo a su excelente “A Northern soul” (1995), las buenas canciones se mezclaban con sus problemas con las drogas y la problemática relación del líder y el guitarra Nick Mccabe. El movimiento Brit Pop en esencia estaba ya terminando, la frescura inicial iba dejando paso a una megalomanía excesiva donde no se podían reconocer las referencias originales, y en esas estábamos cuando aparecía este “Urban hymns” que catapultó a The Verve a un éxito fuera de sus fronteras.

Si The Verve y este disco son mundialmente famosos es en primer lugar por su archiconocida “Bitter sweet symphony”, un tema excepcional que tuvo problemas legales con Jagger/Richards ya que estos acusaban a The Verve de haber copiado el riff de “The last time”. Aparte de ese tema, el disco rezuma serenidad, oscuridad y lucidez en la mayoría de sus temas. “Sonnet”, “Lucky man” o “Velvet morning” son excelentes canciones y “The drugs don´t work” puede considerarse la última obra maestra del Brit Pop, un gran broche final para una época que ya está en los anales del Rock & Roll.

Por Caarte.

jueves, 3 de febrero de 2011

Los 5 discos que simbolizaron el Brit Pop (2ª parte)

-“Suede” Suede (1993): Una Inglaterra deseosa de nuevos ídolos encontró en Suede y en sus carismáticos líderes Brett Anderson (voz) y Bernard Butler (guitarra) al grupo que llevaban tanto tiempo esperando. Famosos y exitosos antes incluso de publicar este su primer disco, Suede estaba llamado a liderar un nuevo movimiento generacional, la crítica les convirtió en estrellas de inmediato y ellos se abrazaron al estrellato con todas sus fuerzas. La actitud provocadora y la innegable ambigüedad de Brett Anderson centraron todas las miradas del público y con “Suede” arrasó con todo lo que había por delante.

En “Suede”, siempre bajo un estilo elegante y un sonido limpio y rompedor, bajo los pretenciosos textos de Anderson y la genialidad de Butler, podemos encontrar principalmente calidez exquisita en temas como “Pantomime horse”, “Sleeping pills” o “The next life” aunque si por algo es conocido el trabajo es por sus magníficos hits “So young” y “Animal nitrate” donde rompen con todo.

Después de “Suede” vinieron “Dog man star” (1994) de una calidad igual o superior y “Coming up” (1996) que en el momento de editarse ya era el típico esperado nuevo disco de una de las bandas mas importantes del mundo.

-“Parklife” Blur (1994): Ubicado entre “Modern life is a rubbish” (1993) y “The great escape” (1995) esta trilogía de discos definen mejor que nada lo que fue el Brit Pop. Si con “Modern life…” se dieron a conocer y con “The great escape” ya eran demasiado grandes, con “Parklife” alcanzaron el estrellato y dibujaron la sociedad inglesa en todos sus ámbitos. Con un estilo fino a veces, otras veces guitarrero o dance, el disco en general lo que hace es dignificar la palabra pop y dotarla de una calidad altísima.

Blur representaron a los niños buenos del barrio en la archiconocida (magistral lección de marketing) lucha con Oasis, que eran los gamberros e insolentes chicos del barrio, 30 años después se repetían los cliches de la época Beatles contra Stones.

Los cuatro singles que lanzaron del disco fueron enormes éxitos y Damon Albarn y sus amigos se convirtieron en superestrellas aparte de enarbolar la bandera del Brit Pop. El disco empieza con la discotequera y alegre “Girls and boys” mostrando lo que podemos esperar del disco. Su segundo single fue “To the end” una balada tierna y bella que no cae en la ñoñería. El tercer single se convirtió posiblemente en su éxito más grande, “Parklife” fue un himno mod desde el primer momento. Por último no podemos dejar de mencionar la espectacular y asombrosa “End of a century”, una de las mejores canciones  de Blur.

Por Caarte.