sábado, 18 de diciembre de 2010

El placer de escuchar

¡Quiero mas!, eso es lo primero que uno piensa tras visualizar “La Silla de Fernando” película documental de Fernando Trueba y Luis Alegre. Y es que la facultad de buen orador y comunicador no está para nada valorada en esta nuestra sociedad de hoy en día donde se premian y admiran otro tipo de cualidades como la belleza, el éxito y la juventud.

     Fernando Fernán-Gómez consigue la dificilísima tarea de mantener al espectador quieto en su asiento durante hora y media de simple y llana reflexión acerca de España,  de las personas, de la cultura, de la vida en general…muy pocas personas pueden resistir el reto de entretener a sus oyentes con el simple hecho de hablar, para ello hay que poseer dos cualidades: tener cosas interesantes que contar y saber contarlo, cualidades que sin ningún tipo de dudas cumple el protagonista de la cinta.

     En la nochevieja de 1990 unos jovencísimos Trueba y Alegre fueron invitados por Juan Diego a tomarse unas copas a la casa de F. Fernán-Gómez donde como era habitual se reunían personas relevantes del mundo de las artes como Paco Umbral, Manuel Aleixandre o Agustín González y el recuerdo que les quedó de aquella velada no fue el continuo suceder de brindis, chistes o bailes sino la magnífica capacidad oratoria del anfitrión, algo que les hizo sentir como unos auténticos privilegiados y que 16 años después trataron de compartir con el público.

     Ingmar Bergman decía que envejecer es como escalar una montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen pero la mirada es mas libre, la vista más amplia y serena,  doy fe de ello en el caso del genial cineasta español donde a sus ya 85 años se permitió el lujo de realizar disquisiciones con total sinceridad y carente de ningún tipo de prejuicio. El paso del tiempo es un buen aliado para opinar con claridad sobre la España de la guerra civil, la miseria de la postguerra, o de la vida noctámbula que llevó junto a sus compañeros de profesión siempre con una expresividad, serenidad, tono, desesperanza y riqueza en anécdotas admirable.

     ¡Que magnífico placer el de hablar con propiedad y escuchar con atención! ¡Que maravilloso valor ese de una buena conversación! ¡A la mierda los que no quieran disfrutar de ello!

por Caarte

No hay comentarios:

Publicar un comentario